En tiempos geológicos el espacio de nuestra vida humana acaso sea un suspiro, pero lleno de historias y siempre de recuerdos. Fragmentos de vida planetaria que nos permiten conocer de alegrías que nunca escapan de la memoria.  

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Poco tiempo pasé en presencia de Fernanda, pero a través de Horacio le reconocí esa rara congruencia de la lucha por la dignidad humana, desde la razón y la ciencia. Le reconocí también, en aquella nuestra queridísima cena, la enorme tranquilidad de saberse que pronto traspasaría nuestra vida actual para llegar con tranquilidad al paso de la trascendencia. 

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Entiendo del dolor por dejar de sumar historias y recuerdos; entiendo del vacío que deja el no encontrar el rostro de quien era nuestro ser; y del grito al Universo, por no entender como carajos la vida ignora tanta tristeza. 

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Me duele el duelo de Horacio y su familia, pero, si yo no puedo olvidar la espiritualidad de Fernanda, me reconforta saber que ellos encontrarán pronto la paz de esa mujer ejemplar. 

 

Nos queda entonces seguir llenando nuestro suspiro de vida, y ahora tengo una nueva historia. La de una persona que ilumina memorias.